Laura Garciolo Castilla – 3º ESO B /1ª semana de confinamiento en nuestro país
En pleno siglo XXI nos asusta una simple gripe, tiene gracia, ¿no? Con toda la tecnología que poseemos y que vamos desarrollando a lo largo de los años, con todos los avances médicos que hemos logrado…
Pensaba que 2020 sería mi año. Mis padres se han embarcado en un nuevo negocio con el fin de superar la crisis que hace años nos preocupaba y que imaginábamos superada. Veía a mi familia feliz y con la capacidad de permitirse algunos caprichos que antes no podía ni pensar, mis tíos se iban a Disneyland, uno de mis tíos pudo dejar uno de sus dos trabajos, etc. Pero la realidad nos acechaba de nuevo.
En enero vimos en las noticias cómo en China construían dos hospitales en diez días por un tal “coronavirus”. Hasta yo me reía: ¿un virus muy parecido a una gripe común que estaba matando a miles de personas en China, precisamente el país con más desarrollo tecnológico? Lo que nadie sabía era que esto no tardaría en expandirse… Y de repente, se decidió que solo vendrían mis compañeros de Alemania del Erasmus; y de repente, me encontré con un cartel en la puerta del instituto que decía que no habría clase hasta dentro de dos semanas; mis clases de inglés y de baile se suspendieron y pasamos a darlas por videoconferencia; mis padres cerraron temporalmente su nuevo restaurante, mis tíos cancelaron su viaje, mi tío tuvo que dejar su único trabajo… Todos estamos en cuarentena encerrados en casa con la esperanza de que esto pase rápido, aplaudiendo a nuestros equipos sanitarios, donando material sanitario, dando clase por videoconferencia, etc. Tiene gracia cómo todo esto ha pasado de rápido.
La clase obrera y trabajadora será la más afectada, por supuesto que sí. A mi edad y pese a ser bastante joven, sé lo que es tener que trabajar hasta partirse la espalda, ya que he visto a mi padre hacerlo por muchos años. Siempre ha llegado dinero a mi casa, nunca me ha faltado de nada y les estaré eternamente agradecida a mis padres. Pero también se debería tener en cuenta que mi padre, a veces, solo descansa medio día a la semana o ninguno, que abre el 24 y 31 de diciembre hasta por la tarde y que solo tiene vacaciones la primera semana de agosto. Acabábamos de salir de una crisis económica que nos ha afectado a todos/as, ¿cómo nos repondremos de esto? El mundo empezaba a equilibrarse, pese a haber pobreza y carencia de recursos para los más necesitados; a nadie le faltaba de nada y ahora, por culpa de una enfermedad bastante estúpida, pero que se contagia muy rápido y de la que somos culpables por nuestra falta de higiene, nos encontramos ante una incógnita bastante grande: ¿qué será de nosotros ahora?
La gente de clase alta estará ahora en su casa, tumbada, pensando en las buenas vacaciones que van a tener ahora, mientras los de clase trabajadora están preocupados por sus hijos/as, sus facturas, sus gastos mensuales, las cuotas de autónomos, trabajar desde casa, por sus mayores… Y mientras, nosotros, sus hijos e hijas estamos también preocupados, mirando desde nuestra posición como estudiantes e hijos/as y desde nuestra incapacidad de ayudarles económicamente cómo su mundo y el nuestro se va desmoronando, como nuestro futuro va tomando otro camino… No es el fin del mundo, pero lo parece, mi padre me dice que no me preocupe, que saldremos de esta por mucho que nos cueste. Pero yo no dejo de pensar en el futuro de los de mi casa, en el mío, en el de mi hermana y en el de mis padres, sin dejar de tener en cuenta el de mis tíos, tías y primos y primas pequeños/as. Me gustaría ser más positiva y en cierto modo lo soy, pero tan solo quiero que esto pase rápido y que todo quede en mera anécdota que le contaré a mis hijos y de la que me reiré en el futuro. Quedaos en casa, cuidaos, apoyad a los cuerpos sanitarios y a los/as cajeros/as de los supermercados y lavaos las manos.